Porque tú lo vales

Porque tú lo vales

Reconozco que no es fácil leer a los sociólogos en general. No obstante, es un ejercicio necesario si queremos comprender lo que nos rodea, dejándonos conducir por su visión del mundo considerando, en cierta medida, su supremacía intelectual.

Aunque ya hablamos de él en este blog al citar el fenómeno del lujo, Gilles Lipovetsky en una de sus principales obras: La era del vacío, analiza lo que se ha considerado la sociedad posmoderna, con temas como el narcisismo apático, el consumismo, el hiperindividualismo psicologista, la deserción de los valores tradicionales, la hiper modernidad, la cultura de masas y su indiferencia, la abolición de lo trágico, el hedonismo instanteneista, la pérdida de la conciencia histórica y el descrédito del futuro, la moda y lo efímero, los mass media, el culto al ocio, la cultura como mercancía, el ecologismo como disfraz y pose social, entre otros.

Está claro, por tanto, que habla de cuestiones que a todos nos interesan, aunque nos interese centrarnos en esta ocasión en el fenómeno del individualismo, que él menciona en su obra El imperio de lo efímero: la moda y su destino en las sociedades modernas, en los siguientes términos:

“La ideología individualista y la era sublime de la moda son de este modo inseparables; culto del desarrollo individual, del bienestar, de los goces materiales, deseo de libertad, voluntad de debilitar la autoridad y las obligaciones morales: normas “holistas” y religiosas, incompatibles con la dignidad de la moda, fueron minadas no solamente por la ideología de la libertad y la igualdad sino también por la del placer, tan característica de época individualista”.

“En el orden de la moda, se registra la ética hedonista e hiperindividualista generada por los últimos progresos de la sociedad de consumo. El look y su embriaguez de artificios, de espectáculo y de creación singular, responden a una sociedad en la que los valores culturales primordiales son el placer y la libertad individuales. Lo que se valora es la diferencia, la personalidad creativa y la imagen sorprendente y ya no la perfección de un modelo. Ligado al desarrollo del psicologismo y a los deseos de creciente independencia y expresión propia, el look representa el rostro teatralizado y estético del neo narcisismo alérgico a los imperativos estandarizados y a las reglas homogéneas”.

Diego Antonio Pineda, por su parte, en su obra el individualismo democrático de John Dewey (probablemente el filósofo, además de pedagogo, estadounidense más importante dela primera mitad del siglo XX), escribe: “El individualismo es la primacía del sujeto particular frente al colectivo social. Ya sea en cuestiones de ética, de economía o de sociabilidad, la afirmación individualista no conoce más límites que los del Yo, y la sociedad es, ante esta afirmación, algo que ignorar o (en el peor de los casos) superar”.

El individualismo se erige como la exaltación de lo privado, el triunfo del individuo frente al caos de lo múltiple y lo social, configurándose así un concepto que según Steven Lukes (profesor de sociología de la Universidad de Nueva York) se articula a través de cuatro ideas básicas:

  • la dignidad, a la que considera como el valor supremo e intrínseco del ser humano individual;
  • la autonomía, valor esencial para el liberalismo, que alza al individuo como dueño tanto de sus pensamientos como de sus actos;
  • la intimidad, siempre en relación con lo privado, algo no sólo necesario, sino sagrado, y
  • la autoperfección, ante lo que John Stuart Mill dirá que: “la valía de cada persona –para sí misma y, en consecuencia, para las demás- viene dada por el grado de perfeccionamiento de su individualidad”.

Para Helena Béjar Merino (catedrática de sociología en la Universidad Complutense de Madrid), en su obra La cultura del invidualismo, “el individualismo no sólo se presenta como un fenómeno característico de la democracia sino que además contiene elementos propios y originales como “el aislamiento del prójimo considerado como multitud, el retiro a una privacidad compuesta por los más íntimos, el abandono de la gran sociedad y el repliegue en la vida doméstica”.

Este aislamiento, que Lipovetsky asocia con el individualismo sentimental, no es, sin embargo, el único existente, pudiéndose encontrar otros tipos de individualismo: a nivel revolucionario (político y artístico) y a nivel competitivo (económico), tres niveles que se tornan en un único individualismo puro carente de valores sociales y morales; Por lo tanto, ante esta última pérdida, lo único que le queda al individualismo es convertirse en herramienta del sistema capitalista, una relación en la que tendrá un profundo protagonismo la publicidad, que funciona no sólo como conector, sino como legitimador de ambos.

En palabras de José Antonio Marina (uno de nuestros más reputados filósofos, también ensayista y pedagogo), en un artículo para la revista El Cultural, en el 2003, denominado La hipertrofia del yo, acertadamente señala: “Nuestro individualismo es, en efecto, obsesivo y belicoso, pero la sumisión oriental favorece la aparición de tiranías. Necesitamos aprender unos de otros. Los occidentales hemos cuidado nuestro propio Yo con tanto esmero que, al final, no sabemos cómo poner esa intimidad clausurada en relación con otra intimidad. Aquí encuentro la razón del frecuente fracaso en las relaciones amorosas actuales. No sabemos cómo unir dos individualidades autosuficientes, preocupadas por su autorrealización. En nuestra cultura, del Yo al Tú no parece haber fácil atajo”.

Para terminar y a modo de reflexión personal, me resulta ciertamente sorprendente que en estos tiempos en los que el trabajo colaborativo es una necesidad en el mundo laboral y se hace sobre ello un esfuerzo de transmisión en el ámbito educativo, sin embargo el individualismo haya calado hasta lo más profundo del comportamiento humano. Así nos va …

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