El sistema de la Moda
Recuerdo con sentimiento de nostalgia cómo los alumnos se acercaban a mirar el catálogo de libros en la biblioteca de la Escuela y elegían, solo llevados por su título, el ensayo de Roland Barthes titulado: “El sistema de la Moda”, creyendo intuir que encontrarían en él las respuestas necesarias a su necesidad de comprensión de lo que la moda es a través de imágenes.
Nada más lejos de la realidad, lo cierto es que se encontraban con un trabajo configurado por un texto repleto de oraciones subordinadas separadas entre sí por puntos y comas. Una obra, difícil, en definitiva y escrita bajo la óptica de un estructuralista; figura destacada de dicho movimiento, y personaje esencial si queremos conocer el pensamiento filosófico lingüístico de los años sesenta y setenta.
Hablemos de él, entonces, y de contribución al mundo del lenguaje visual:
Roland Barthes (Cherbourg, 1915 – París, 1980).
Crítico, ensayista y semiólogo francés, fue uno de los principales representantes de la nueva crítica o crítica estructuralista. Influido por la obra de los lingüistas Leonard Bloomfield y Ferdinand de Saussure, a principios de los años setenta se propuso, junto a Julia Kristeva, Phillipe Sollers, Jacques Derrida y Jacques Lacan (recomiendo personalmente conocer más sobre estos autores, en especial Derrida y Lacán), fundar una nueva ciencia, la semiología, para estudiar la naturaleza, producción e interpretación de los signos sociales a través del análisis de textos.
Se inicia en la filosofía de la imagen, que es lo que a nosotros nos interesa destacar, analizando por primera vez el cine en 1960, intentando encontrar un código, una estructura dentro de esa representación de la realidad y más adelante lo intentará con la literatura.
Barthes estaba profundamente influenciado por la lingüística y la filosofía del lenguaje a la hora de analizar las imágenes (ya sean en un texto como en una fotografía, película, etc); es decir, ve la imagen totalmente codificada, como si fuese un mensaje escrito en un lenguaje visual y todos los elementos de esta imagen son signos. Esta forma de analizar una imagen se basa en la semiótica, ciencia que estudia los signos en una imagen de forma técnica y cultural.
Es en su escrito El mensaje fotográfico (1961), publicado por la revista Communications, donde desarrolla su propia teoría sobre la imagen, su análisis y la lectura que da el espectador de esta, defiende la codificación de la imagen (tal y como dice el esquema comunicativo básico) expandiendo el esquema y dividiendo el mensaje en dos partes, a saber: la denotada, aquella que posee el mensaje bruto de la imagen, sin código y la parte connotada, aquella parte que inserta conscientemente el emisor para crear una reacción concreta en el receptor (el engaño de las imágenes).
En otras palabras, su teoría, puramente semiótica, rechaza la idea de que exista un mensaje en la imagen que pueda crear emociones diferentes al entrar en contacto con los receptores que no haya sido colocado previamente en la imagen en cuestión.
Probablemente lo más curioso de la faceta de Barthes como teórico de la imagen es la evolución que existe entre sus dos textos más importantes sobre el tema. Si en El mensaje fotográfico la teoría se movía entre la lingüística y la semiótica, en La cámara lúcida se discutía a sí mismo y negaba todo lo dicho anteriormente.
En su última obra La cámara lúcida (1980) encontramos a un Barthes totalmente nuevo. Su interés sobre la imagen ha cambiado radicalmente, cree en el mensaje de esta, la creación emocional entre la imagen en sí y el receptor, sin ninguna intencionalidad por parte del emisor. En este texto rompe con las interpretaciones universales de una imagen, su teoría se basa principalmente en que el receptor plasma el mensaje en la obra y que este mensaje cambia con cada receptor pero al mismo tiempo, ese mensaje creado en un inicio puede cambiar dependiendo del momento en el que se encuentre el receptor o incluso llegar a desaparecer.
En El sistema de la moda (1967), motivo de sus primeros análisis semiológicos, donde distingue tres categorías que se derivan de ella: la moda real, la escrita y la fotografiada.
Haciendo uso de la distinción entre los sistemas comunicativos y la aplicación de estos, aseveró que en la moda las personas en realidad tienen poca decisión sobre sus vestimentas. Existe un especializado grupo que confecciona estas resoluciones: los diseñadores; responsables de crear tanto los estilos, colores y tendencias, como de definir los textiles, patrones y materiales de cada temporada. Así, el usuario elige entre las opciones que han sido previamente seleccionadas y puestas a su disposición.
Hasta aquí, con un propósito educativo, una breve semblanza del mítico Roland Barthes. Insisto, e insistiré hasta el final, que un buen diseñador necesita un soporte cultural de primer nivel y esto tal vez se les olvida por el inmenso esfuerzo intelectual que ello supone, aunque a la larga dé sus frutos.